Autores: Ainhoa Iriberri
Revista: El Confidencial
Fecha: 25-10-2014 (2014)

Pablo Artal (Zaragoza, 1961) creó el grupo de investigación que dirige actualmente, el Laboratorio de Óptica de la Universidad de Murcia (LOUM) hace ya 20 años. Antes había pasado por el CSIC tras hacer su posdoctorado en el Institut d’Optique de Orsay (Francia). Desde entonces, este catedrático que define su propio perfil como de “físico con un toque de ingeniería”, ha mejorado la vida de muchos pacientes oftalmológicos.

Su último campo de batalla es uno de los trastornos más sencillos de tratar pero que, paradójicamente, sigue siendo una de las principales causas de ceguera en el mundo, sobre todo en los países más pobres. Las cataratas, que no son otra cosa que el proceso degenerativo que hace que cada una de las dos lentes del ojo, el cristalino, vaya haciéndose cada vez más opaca, se solucionan hoy en día con una cirugía muy simple y exitosa.

Pero aún hay hueco para la innovación en este campo y así lo ha sabido ver el European Research Council (ERC), que ha otorgado a Artal y su equipo de una importante  financiación (más de dos millones de euros) para probar dos tesis. La primera: que se pueden utilizar instrumentos de óptica avanzada, similar a los utilizados en telescopios grandes, para ver a través de las cataratas y poder estudiar en pacientes ya afectados cómo está la retina.

“Siempre hay un dilema, tanto en oftalmólogos como en pacientes, que es optar por operar las cataratas en pacientes en los que se supone que la retina está mal, por lo que no recuperarían demasiada visión y la operación podría no merecer la pena”, explica el físico zaragozano.

La segunda aplicación de sus investigaciones que van a intentar desarrollar con la ayuda del ERC es el desarrollo de un posible prototipo, algo parecido a unas Google Glass para personas afectadas por cataratas en un paso previo a la mesa del quirófano. “No serían unas gafas estándar, más bien un concepto tipo optoelectrónico; en el primer mundo, serían para personas que empiezan a mostrar los primeros síntomas de cataratas, porque no es raro que pasen hasta diez años desde estos hasta la operación”, señala Artal, que añade que “podría haber unos intervalos de tiempo en los que las gafas ayudaran o lo hicieran para tareas concretas”.

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